jueves, 17 de mayo de 2012

Matrimonio y vida sexual: la doctrina

Sin duda desde hacía mucho tiempo, el Occidente era monógamo y su matrimonio estable: es una de sus grandes originalidades, uno de los temas constantes de su civilización. Pero lo era con flexibilidad, porque durante siglos, fue posible el divorcio; bajo ciertas condiciones, con mucha mayor dificultad que en los países musulmanes. La sexualidad no parece haber estado encerrada en los límites estrictos de la pareja legal. La poligamia de hecho, continuaba siendo posible. Todo ello era un problema civil, en el cual la Iglesia no tenía mucho que ver. Sólo en el siglo XI se puso a controlarlo.
Si reafirmaba principios de siempre, también los endurecía: el matrimonio era indisoluble y el cristiano monógamo; no se puede estar legítimamente casado con varias personas a la vez; tan sólo la muerte de uno de los esposos libera al otro; toda relación sexual extramatrimonial es ilícita.
El 10 de junio de 1480, don Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, reunió en Alcalá de Henares un sínodo, donde, contrariamente a la costumbre, el problema del matrimonio ocupó un papel muy importante.
  • Por un lado lucha contra la poligamia
  • Insiste sobre la prohibición del divorcio
  • Evitar los matrimonios clandestinos
Recordemos que en sana doctrina son los propios esposos quienes se pueden otorgar el sacramento. Esto plantea un problema social, porque vistas las repercusiones del matrimonio, las familias exigían controlarlo. Pero planteaba también y sobre todo un problema religioso: ¿Cómo estar seguros de que un individuo es casado o soltero, cómo garantizar el respeto de las prohibiciones eclesiásticas?
El Concilio de Trento se contentó con generalizar todo esto a escala de la Cristiandad, completándolo. Aquí también el problema del matrimonio parecía importante, tanto más cuanto que es el matrimonio sobre lo que los protestantes hacían recaer muchas de sus críticas. La preocupación por las implicaciones sociales de los matrimonios clandestinos era, por otra parte unánime en toda Europa. Por primera vez, definían claramente el matrimonio como un sacramento y proclamaban energéticamente el derecho de la Iglesia a fijar sus reglas. Es el desenlace de la clericalización comenzada hacia el año 1000. El control eclesiástico se hace omnipresente.
Para que el matrimonio sea válido en adelante se impone una triple publicación anterior de las amonestaciones, en la misa mayor. La presencia de un cura del lugar o un sacerdote, se convierte en obligatoria, así como la de dos o tres testigos. El matrimonio será inscrito en un registro. Finalmente a los esposos se les anima fervorosamente a que no vivan juntos después de los esponsales y antes de la bendición eclesiástica.
En resumen, garantizar la aplicación de los principio que plantea la Iglesia, asegurar cierto control de la sociedad y de las familias, hacer del matrimonio algo religioso. Es en ese contexto donde se inscribe la acción de la Inquisición.

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